-
Entradas recientes
Comentarios recientes
Archivos
- marzo 2021
- febrero 2021
- noviembre 2020
- octubre 2020
- septiembre 2020
- marzo 2020
- octubre 2019
- septiembre 2019
- agosto 2019
- junio 2019
- mayo 2019
- abril 2019
- marzo 2019
- febrero 2019
- enero 2019
- diciembre 2018
- noviembre 2018
- octubre 2018
- septiembre 2018
- agosto 2018
- junio 2018
- mayo 2018
- abril 2018
- marzo 2018
- febrero 2018
- enero 2018
- diciembre 2017
- noviembre 2017
- octubre 2017
- septiembre 2017
- agosto 2017
- junio 2017
- mayo 2017
- abril 2017
- marzo 2017
- febrero 2017
- enero 2017
- diciembre 2016
- noviembre 2016
- octubre 2016
- septiembre 2016
- agosto 2016
- junio 2016
- mayo 2016
- abril 2016
- marzo 2016
- febrero 2016
- enero 2016
- diciembre 2015
- noviembre 2015
- octubre 2015
- septiembre 2015
- agosto 2015
- julio 2015
- junio 2015
- mayo 2015
- abril 2015
- marzo 2015
- febrero 2015
- enero 2015
- diciembre 2014
- noviembre 2014
Categorías
Meta
Mágica interpretación remontó a la pasión de Mozart
Por: Alberto Robledo Cervantes
05/11/2015 10:44 PM
Torreón, Coahuila
¿Qué caracteriza la personalidad de un muchacho de 17 años que empieza a tener roces con la fama? Solamente por la edad se sabe de la volatilidad de carácter y la infinidad de cuestiones que acuden a su cabeza. Ahora, si se le añade a eso que el muchacho se encuentra inmerso en un quiebre de estructuras entre la razón y la pasión la cosa desemboca a la transgresión.
Todas estas fueron las cosas que le pasaron a un joven Mozart, que en 1773, a los 17, resolvió sus dudas con una sinfonía compuesta en tonalidad menor, hecho inaudito en el siglo XVIII. Esta composición es la Sinfonía No. 25 en sol menor, K. 183, fechada el 5 de octubre de ese año e interpretada por la Camerata de Coahuila.
Toda la atención era para la armonía que dibujaba el recuerdo del compositor de Salzburgo, del músico que escribió un Requiem para su propia muerte.
Era, además, un joven al que le gustaban los sonidos fuertes. Estos los consiguió tocando con cuatro cortos franceses, otro detalle que rompió con las estructuras de la época, cuando se acostumbraba a tocar a lo sumo con dos.
Otra de las obras interpretada por la Camerata fue la Misa de Réquiem en Re menor, K. 626 para solistas, coro y orquestas, compuesta por el mismo Mozart.
Esta obra tiene una peculiar anécdota: en julio de 1791, el compositor recibió una petición anónima para escribir una misa de difuntos, la cual Mozart arguyó que era un llamado que la hacia su muerte, es decir que la composición sería para el propio funeral de Wolfgang Amadeus.
Para interpretar esta pieza hubo seis solistas invitados. La soprano Marcela Chacón, Itia Domínguez, mezzosoprano, el tenor Gilberto Amaro y el barítono Carlos Revueltas. Además los coros de despedida para el difunto fueron entonados por el coro de la Escuela Municipal de Música Silvestre Revueltas.
El auditorio del Teatro Nazas una vez más estuvo a tope. De asientos vacíos hubo pocos. La atención toda era para la armonía que dibujaba el recuerdo del compositor de Salzburgo, del músico que escribió un Requiem para su propia muerte.
Fuente: Milenio.com